Bitâcora de textos y notas varias

samedi 12 mars 2011

El Salón de Paris Photo

En la segunda quincena de noviembre se lleva a cabo lo que se ha convertido sin lugar a dudas en la “misa” de la foto a nivel internacional: el Salón de Paris Photo (http://www.parisphoto.fr). No sólo por el número de visitantes o el volumen de ventas, sino por la diversidad y calidad de galerías presentes. Como en cualquier salón o feria, un comité escoge entre una gran cantidad de propuestas aquellas que considera las de mayor interés por lo que proponen mostrar al público en el Carroussel du Louvre (que se encuentra en el gran complejo del museo). Además de tomar en cuenta la trayectoria, los fotógrafos y obras en concreto, el comité pone una atención especial en crear un mosaico general y representativo del mundo fotográfico. Por eso cada año abre sus puertas a galerías noveles y enfoca los reflectores en un país o región. Esto permite que el asistente pueda descubrir los fotógrafos nacientes, así como los actores principales de la difusión de la foto en partes como Medio Oriente (2009), México (2003), Japón (2006), región escandinava (2006).
La última versión estuvo dedicada a cinco países Europa central: Hungría, Polonia, República Checa, Eslovaquia y Eslovenia. Es difícil hacer un balance y proponer una síntesis de una producción tan variada y dispar como la que presentaron unas quince galerías de estos países (sin contar que en otros stands también se podían ver más obras de otros fotógrafos). Sin embargo, se podrían esbozar dos grandes líneas. La primera, es la completa modernidad de los temas y objetos fotografiados, sin referencia alguna al tiempo de la guerra fría y a la memoria socialistas.
Por ejemplo, la excelente fotógrafa Anna Fabricius, representada por la Faur Zsófi - Ráday Gallery (http://www.raday-galeria.hu/?page=muveszek&kod=6073&lang=en), recrea un mundo aparentemente normal, pero en el que perla una ironía y, en algunos casos, una violencia apenas sugerida. En esta foto (http://www.parisphoto.fr/files/photo_file_942.jpg), Eszkerte, vemos a una joven madre en plena ocupación doméstica. No hay nada que parezca salir de lo normal, hasta que el espectador asocia el color rosado de la carne en la sartén con la del bebé… Las demás fotografías de la misma serie muestran a otras madres en el hogar, cerca de sus hijos, en un gesto limítrofe entre la cotidianeidad y el acto insensato apenas sugerido (que no vemos, pero que Fabricius nos invita a imaginar con toda malicia).

Otra serie (http://www.raday-galeria.hu/?page=muveszek&kod=6073&lang=en) se dedica a poner en escena precisamente eso, la serie en la vida de la gente. Que sea en actividades festivas (como en esta foto con las “porristas”), o en situaciones de trabajo (bomberos, mucamas, policías…), la disposición e iluminación del espacio y los modelos convierten algo cotidiano e invisible en una extraña composición en donde todo parece falsamente verdadero. Falso por las posturas y la inmovilidad adoptadas, verdadero porque la gente es aquello que realizan. Gestos de complicidad y de sorpresa, eso que cualquier fotógrafo busca —o evita— en su trabajo para revelar aquello que las personas no pueden dejar de ser (sin que nadie sepa a decir verdad qué es lo que esconde esa actitud), y que permiten al espectador sentirse cercano o distante, solidario o indiferente con ellas.

La otra vertiente de las obras presentadas tiene que ver, al contrario, con la utilización transgresiva del pasado socialista de la extinta URSS y su dominio en la región. Bojan Radovič ofrece un buen ejemplo con su serie dedicada a los Íconos. En esta foto, estrellas, hoces, uniformes militares remiten a una gloria caduca y huera que yace en el piso, impotente y al mismo tiempo altanera (http://www.galerijafotografija.si/authors/med/4ba26699_001_ikona_004m.jpg). Mero soporte para los que añoran una época dictatorial porque a pesar de haber vivido bajo la amenaza constante de “tener problemas”, al menos había un orden. Ahora, frente al caos de la vida de libre mercado los estados socialistas parecen casi un paraíso.

En el Salón se puede descubrir también a otros fotógrafos/artistas que desde el interior de estos gobiernos realizaban en secreto su obra (no como Jan Saudek, por ejemplo, que siempre quiso dejar de ser obrero para dedicarse a la fotografía y que pasada cierto tiempo lo consiguió: http://www.saudek.com/en/jan/fotografie.html?r=fs), y que fueron descubiertos apenas recientemente. El caso de Miroslav Tichy sigue asombrando: considerado un incapacitado mental, Tichy vivió más de 40 años como un vagabundo, creando sus propias cámaras y utensilios fotográficos a partir de fondos de botella (para hacer lentes) y de rollos de cartón (como objetivos), entre otros elementos. Sus fotos sorprenden porque, conocido en la ciudad como un “loco”, al momento de captar a sus modelos (sobre todo poco vestidas) las mujeres pensaban que sólo estaba “jugando”. También llama la atención el poco cuidado que daba a sus tirajes (todos “envejecieron” de forma natural en su pocilga: están rasgados, arrugados, pisados, llenos de grasa…). Lo que es indudable es que su paso por grandes instituciones como el centro Georges Pompidou (que le dedicó una exposición en 2008: http://www.centrepompidou.fr/Pompidou/Manifs.nsf/AllExpositions/88EBA9B57D22E18AC125740300363253?OpenDocument—), a Tichy se ha situado en una década entre los nombres de mayor interés.

Otro fotógrafo, cuya historia es igual de particular pero más reciente, es Ion Barladenau. “Descubierto” apenas en 2007, el rumano realizó diversos trabajos, fue encarcelado durante la dictadura de Ceasescu (en quien se inspiró para realizar algunas de sus obras más ácidas, como esta imagen (http://thefilter.blogs.com/.a/6a00d83451620669e20120a8dc0f69970b-800wi) en donde vemos al hombre público con las manos ensangrentadas, fuerza de su poder, y la calavera que sugiera todas las muertes organizadas en su régimen; también se observa el contraste entre los militares, que apuntan/vigilan al espectador, al hombre común y corriente, y la pareja vestida con trajes típicos que apuntan sus armas: el rifle y la imagen —Barladenaeu— a ese que debería caer antes que cualquier otro: el Gran Carnicero rumano).
Sus obras, casi todas realizadas en forma de collages, crean escenarios en donde íconos políticos, culturales o populares revelan de manera disimulada el horror, la locura o la estupidez de las imágenes públicas a las que tenemos acceso todos los días. Por ejemplo, en esta (http://www.hartgallery.ro/pages/resize.php?img=../assets/IB10.jpg&h=300) se encuentran los restos de una botella de vodka como los monumentos, flanqueada por un par de obreros. La botella, petrificada y derruida, es el reflejo del drama de la aterrorizada mujer cubierta de sangre cuyos agresores son no sólo los obreros, sino también el militar que se pierde en el fondo. El conjunto da un tono sombrío y sangriento al collage.

Otros, en cambio, se mofan de los clichés de la vida organizada, sencilla y al mismo tiempo lúbrica de la gente. Sorpresa, interpelación activa al espectador (rompiendo un poco con esa pasividad del desnudo femenino de la que habla John Berger en su libro Ways of seing), ironía pura. http://www.parisphoto.fr/files/photo_file_1280.jpg

Esto es una muestra mínima de lo que el espectador puede ver. Sobra decir que se sale repleto de imágenes y nombres que, afortunadamente, se pueden rastrear fácilmente por internet y digerir durante un año, esperando el siguiente Salón que estará dedicado en 2011 a la fotografía africana. La cita es, de nuevo, en noviembre.

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