Bitâcora de textos y notas varias

dimanche 15 novembre 2020

El Gobierno de López Obrador que pudo ser – y nunca será…

(Notas febriculares de un domingo lluvioso de noviembre)

 

Desde hace muchos años, quizá demasiados, he revisado de forma más o menos intermitente la actualidad política y cultural de México a la distancia. Casi veinte ya. Al principio la falta de publicaciones, y al paso del tiempo las publicaciones de calidad, volvió la tarea tan difícil como si me hubiera quedado siempre en territorio comanche. Fueron la familia, los amigos, los que me ponían al tanto de algún hecho importante, realmente importante, no sólo de las batallas por el poder desatadas por la transición del Priato hacia las arenas movedizas de los dos sexenios panistas, sino de los meandros culturales, literarios, y de ambiente general.

Un queridísimo amigo, desde 2004 o 2005, me decía, con la voz más fraterna y seria que podía adoptar, “Si puedes, ¡no regreses! La cosa se está poniendo muy canija… Y va para peor”. Voz profética que anunció por desgracia el incremento infernal de muertos que inundaron no sólo los diarios y el imaginario de todo el mundo, sino que cubrieron con su sangre todo el territorio con masacres, secuestros, extorsiones, en uno de los peores momentos del país que generó una nueva Leyenda Negra de la que hasta la fecha no ha podido repararse.

Azares del destino, elección propia, no volví para tentar mi suerte como me lo aconsejaban. Quizá la distancia me permitió seguir más fácilmente la trayectoria de López Obrador. Al escribir estoy me doy cuenta que de cuando empezó a ser Gobernador del DF, la gente le llamaba más bien así. Acaso es el recuerdo que tengo, cuando ahora todo el mundo lo tilda de AMLO o de mil apodos. Sí, el sistema en México siempre ha sido un asco. Un verdadero acto de repulsión con el que la sociedad ha tenido que arreglárselas como ha podido. No necesito recordar las numerosas intentonas que hicieron desde el Gobierno central para impedir que fuera candidato a la presidencia en 2006, y menos aún la situación que provocó López Obrador al bloquear la avenida de Reforma como medio de presión para exigir que se conociera la verdad sobre los verdaderos resultados del voto.

Cuando escuché a López Obrador defender el voto, pensé en cierto sentido que estaba haciendo lo correcto: exigir que el aparato del estado no cometiera el mismo delito que en las elecciones robadas de 1988 y “consolidar” el cambio que se había dado en el 2000. Sin embargo, creo que en ese entonces (y más aun ahora…), el candidato no tenía un verdadero equipo de asesores que le dejaran ver en claro dos cosas: las personas pobres, su público primordial, jamás iban a levantarse contra sus empleadores (sean estos del calibre que fueran) por la simple y sencilla razón que tienen que ganar día a día su sustento; vemos todavía esta situación cuando millones de mexicanos deber a salir a trabajar ahora durante la pandemia viral: “chambéale o te carga el Joker”. López Obrador no entendió entonces que para ganar necesitaba de la presión de la “clase media” y del “apoyo” de las clases dominantes, fracciones de la sociedad que se puso de espaldas pero que decidieron apoyarlo en 2018.

El otro punto, más crucial aún, es que, desde el principio, dejó más que sobrentendido que, de perder las elecciones, se presentaría de nuevo a la presidencia. Carente de una real visión a futuro, si lo que hizo en 2018 lo hubiese realizado en 2012, se hubiera evitado (tanto él como nosotros) seis años más de limbo y, sobre todo, de engolamiento narcisista.  No que López Obrador no hubiese tenido ya en 2006 su carga de mesianismo, pero en su primera candidatura aún tenía un cierto “contrapeso”, o utilizando una imagen de la computadora, un fire-wall en el partido que lo había defendido. La huella que se quedó entonces en el imaginario es que López Obrador era de Izquierda (populista, pero de izquierda), y que hubiera podido “gobernar”, adoptar una agenda, realizar los cambios que necesitaba el país.

Pero el camino de López Obrador no siguió por esta vereda: al cabo de los años, cada vez más lejos de los partidos de izquierda (a los cuales ya ni siquiera se les puede llamar así…), dio rienda suelta a su evangelismo mesiánico, convencido de una cosa: él había dicho que iba a ser presidente, y lo consiguió. Aislado en una Torre de Marfil, rodeado de esbirros que le dijeron siempre que tenía razón, no es complicado imaginar al hombre envejeciendo rumiando sus mismos temas, pensando en cobrar sus mismas facturas, llevar a cabo hasta donde fuera posible sus vendettas. Al llegar al ansiado Grial, el Hombre del Pueblo podría ejecutar por fin su Proyecto de Nación.

Sin embargo, bien vemos ahora con gente del calibre de Bolsonaro, Orfan, Johnson o el mismo Trump, un político puede convertirse en dictadorzuelo sin “contrapesos” en el gobierno, sin fire-walls. El impacto de la llegada de “AMLO” y las acciones de su gobierno, tan alejadas de lo que la gente había esperado (empezando por la clase media), muestran que la realidad rebasa con mucho los absurdos que los artistas pueden concebir cuando todo el mundo piensa que las cosas no pueden empeorar.

Si la imagen del presidente actual de México ha cambiado, y todo parece indicar que es de forma negativa, hay cosas que no cambian en el sistema que estructura la sociédad: ahí siguen la misma delicuescencia política, los mismos tejes manejes repugnantes para sacarse el Gordo de un escaño (un diputado mexicano gana tanto o más que uno europeo: si consideramos que el nivel de vida es inferior…), y el “quietismo quejón” del mexicano. Cierto, ha habido muchas situaciones terribles que han mostrado la fuerza de la sociedad civil (el terremoto bis del 19 de septiembre), pero lo que más me sorprende e incomoda frente al gobierno actual, es la Crítica de Salón y de Insultos a los gobernantes desde las redes sociales. Tutti cuanti se permiten interpelar, exigir, ordenar a diestra y siniestra – sin acciones concretas. Incluso, de lo más contradictorio, es que much@s exigen respeto, un actuar irreprochable y al mismo tiempo insultan a cuanto espantapájaros ideológico surge en sus TL…

Sé qué es complicadísimo conocer en realidad la temperatura de un país, de una sociedad, si no estás ahí, sin embargo, es difícil imaginar a los millones que se quejan participar de forma activa en la vida y la transformación de su realidad, de la realidad del conjunto: no veo que presuman formar parte de alguna asociación vecinal; tampoco dicen si le hablaron a su diputado o senador para oponerse a su postura ante tal o cual tema nacional; tampoco publican las fotos de las reuniones en que participan para conocer los proyectos e inversiones locales, etc etc… Es decir, desde la trinchera del ciudadano común y corriente, la situación es obvia: el Presidente no es lo que se esperaba (para el conjunto), el fusil ha cambiado de hombro y la realidad se sigue mirando a la distancia, de forma pasiva.

Sobra decir que es terrorífico el retroceso que va a representar querer volver al “Malo conocido”.

En más de un sentido, en el delirio en el que vive el Presidente, igual se puede hablar de un Malo conocido que nadie esperaba del todo. Uno y otro son las dos caras de una misma moneda: tristemente, México no pudo conocer al presidente López Obrador y tiene que conformarse con “AMLO”, el mismo que viste y calza y saca estampitas de santos para protegerse del Coronavirus… ¿Algo peor aún? Ver que no ninguna posibilidad decente para el 2024: un peldaño más hacia el purgatorio.